¿Os imagináis vuestro futuro de forma negativa?¿Tendéis a pensar de vuestra vida como si de una sucesión de infortunios y mala suerte se tratase?¿Creéis que lo que está por llegar no es nada bueno y nada podéis hacer para remediarlo? Quizás, vuestra mente se haya instaurado en el fatalismo.
Atendiendo a su significado, el término fatalismo está formado a partir de la raíz latina “fatum”, que significa «destino». En sentido corriente el fatalismo se refiere a la creencia en el determinismo de los acontecimientos, dirigidos por causas independientes de la voluntad humana, sea este determinismo procedente de fuerzas sobrenaturales (como los dioses), de las leyes naturales, del ambiente o de las experiencias adquiridas en el pasado.
Nuevamente, nuestra mente, a través de los pensamientos automáticos y de este hábito, nos encadena a emociones como el miedo, la angustia o la tristeza.
Nos hace creer que debemos temer al futuro porque inevitablemente será catastrófico, lleno de desastres y acontecimientos negativos en nuestra vida. Hace que vivamos con ansiedad y miedo nuestro presente y por tanto, no lo vivamos plenamente.
Es habitual pensar que si uno es muy feliz en el momento presente es porque «lo peor está por llegar». Que detrás de tanta felicidad y dicha, el mal acecha a la vuelta de la esquina. Nos convencemos de que la felicidad y la alegría no pueden ser un estado natural, que sea más o menos constante y diario; empujándonos a pensar que “la vida es sufrimiento, es injusta, hemos nacido para sufrir y que es raro o casi imposible ser felices”.
Nuevamente son trampas mentales que nos ponemos inconscientemente para mantenernos “dentro del pozo”, bajo la ofuscación y el bloqueo.
Desde luego, ésto no es algo que aparezca de la nada. Este patrón de pensamientos lo aprendemos desde que nacemos y está muy presente en nuestra sociedad y acentuado en ciertas culturas y religiones, donde se presenta al ser humano como desdichado, culpable y merecedor de todo castigo y calamidades.
Para hacer frente a ésto, como en otros casos, debemos detectar los pensamientos automáticos e irracionales que nos producen ese estado de angustia, miedo, tristeza y trabajar sobre ellos. Intervenir en nuestro diálogo interno y cuestionarnos la probabilidad y veracidad de que ocurra una catástrofe en nuestras vidas.
No podemos anticipar lo que nos sucederá porque, a pesar de que nos resistamos a creer lo contrario, la vida es impredecible. Únicamente podemos intuir posibles consecuencias a las decisiones que tomamos pero no es el cien por cien de lo que pueda suceder en realidad.
En resumen:
1.- Detecta pensamientos fatalistas, irracionales.
2.- Racionaliza los pensamientos (utiliza el diálogo interno: ¿realmente tengo la seguridad de que pasará eso?¿por qué tiene que pasar esa calamidad?¿por qué debo merecerme ese “castigo”?¿qué o quién quiere que sufra esa tragedia que imagino?¿me merece la pena pensar ésto y sentirme así?).
3.- Reformulación positiva: una vez detectados y racionalizados tus pensamientos, es hora de “darles la vuelta” y traducirlos, cambiarlos, neutralizarlos cuando aparezcan. Por ejemplo: “lo que me pasa en mi vida y me pasará me está merecido por los errores cometidos en el pasado, es una condena que tengo que pagar toda la vida”, por “me he equivocado en el pasado y he asumido y asumo las consecuencias, ahora, eso pasó, sigo adelante y me merezco ser feliz y disfrutar de la vida”.
4.- Repítete los “nuevos pensamientos” y convierte en un hábito esta manera positiva de pensar.
Créetelo y disfruta de las sensaciones de liberación y serenidad. Dirígete hacia el equilibrio, la paz y plenitud interior. Permítete equivocarte, rectificar, perdonarte.
¡Permítete vivir y ser feliz!
Gracias por vuestro tiempo y atención.
Fuentes:
– Fatalismo: https://es.wikipedia.org/wiki/Fatalismo
–«El Arte de amargarse la vida».
–«El Arte de no amargarse la vida».